lunes, abril 24, 2006

Algunos días

Hay días en que me siento triste y sola. Es raro experimentar eso, porque en realidad muchas personas están a mi alrededor, no obstante me sucede.
Es una paradoja que siendo tan parlanchina, me cueste exteriorizar mis sentimientos de tristeza, soledad y demás afines.
La mayoría de ustedes saben que no es una de mis características ser reservada, es más, un sinnúmero de ocasiones mi peculiar forma de ser, franca y directa, me ha ganado resentimientos e incluso enojos, pero cuando se trata de revelar mi verdadero estado de ánimo en ocasiones no lo logro, es más fácil para mí y más agradable hacia mis amigos, sonreír, ser amable y divertida, porque prefiero demostrar esa faceta antes que echarme a llorar.
Cuando termina una jornada, se me antoja encontrar alguien en cuyos brazos arrojarme para sentirme acompañada y sobre todo protegida.
El hombre es un animal gregario, es una enseñanza filosófica muy antigua, y es uno de los temas que me corresponde explicar en mis clases de la universidad; siempre lo hacía pero es sólo ahora que entiendo su verdadero sentido. Somos indigentes, no por no tener recursos económicos, sino porque necesitamos de los otros para desarrollarnos a plenitud y ser felices; ya lo decía Aristóteles, el hombre que no necesite de otros para sobrevivir, o es un Dios o es una bestia, yo no soy ni uno ni lo otro, por tanto debo reconocer que no puedo sola.
Tengo un defecto que me veo forzada a revelar, sencillamente por honestidad; a veces soy arrogante, porque pretendo ser autosuficiente y no requerir de nadie para crecer, pero sé que no es verdad, soy sentimental en demasía.
Pero algo me inquieta, y es pensar que soy muy débil por necesitar demostraciones de afecto, quizá sea porque en mi familia nunca se han caracterizado por ser “abrazadores” (sé que no existe la palabra así que no me la corrijan, es una falta de ortografía a propósito porque el término se presta a lo que deseo expresar); en fin el hecho es que he notado que vuelco en mis sobrinas todo el cariño que reprimo con el resto de personas; me es difícil ser afectuosa y tierna en la misma medida de lo que siento, a veces estoy con quienes quiero y en mí nacen unas ganas casi irresistibles de abrazarlos y decirles: te quiero mucho; pero debo reconocer que me atemoriza sentirme rechazada o juzgada, que me detiene que puedan pensar que estoy algo chiflada por hacer eso sin aparente motivo alguno, sino sólo porque quiero hacerlo; se me hace un nudo en la garganta y hasta el corazón se me oprime cuando callo y evito ser espontánea.
No pretendo ser tediosa, simplemente era menester hablar de mis emociones, y cuando mi lengua me traiciona al no querer emitir palabras, entonces recurro a este ejercicio de escribir que es el último refugio de mi sinceridad. Porque escribiendo no me puedo ocultar; en mis palabras se traslucen mis sentimientos y pensamientos más íntimos, es un compromiso ineludible apuntar mi verdad, una obligación que me reporta serenidad.
Anhelo que no comprendan esta “confesión” como un grito desesperado pidiendo amor, ya que nada más lejos estaría de mi intención.
Únicamente deseo que la próxima ocasión si me tienen sin motivo evidente dándoles un abrazo, un beso o escuchan salir de mi boca una expresión tal como “te quiero”, recuerden estas honestas líneas.
Y no se espanten que no es demencia, es exclusivamente amor.